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👁️ Especial de Halloween: Historias Reales desde la Propiedad Horizontal
Relatos que no buscan asustarte, sino recordarte por qué la gestión humana es lo más frágil en cualquier edificio.

Este año hemos tenido la fortuna de tener varios clientes nuevos.
Eso significa acceso a historias que no siempre se hacen públicas.
Historias que, cuando llegan a los medios, terminan manchadas por el amarillismo de portales que viven del morbo.
Yo viví varias de esas historias este año.
Algunas te arrugan el corazón.
Otras te dan rabia.
Y unas pocas te dejan completamente desconcertado.
No pondré nombres ni lugares.
Solo contaré el incidente.

🕯️ Relato 1: El silencio después del salto
En este punto todos decimos entender la importancia de la salud mental en la copropiedad… pero solo cuando nos toca de frente comprendemos su verdadero peso.
Un administrador tuvo que manejar el proceso de un suicidio dentro de su conjunto.
Un residente saltó desde el último piso de la torre.
Cayó.
Sobrevivió un par de horas.
Alcanzó a recibir a su familia.
Hubo lágrimas, palabras de arrepentimiento.
Y luego la muerte.
El administrador, en su papel de representante legal, tuvo que atender todas las diligencias: la policía, la aseguradora, los vecinos, los curiosos, el cuerpo.
Tuvo que seguir funcionando mientras el resto del edificio se paralizaba.
Y me pregunto:
¿Alguien pensó en él?
¿Alguien se preocupó por su salud mental después de ser testigo directo de algo así?
¿La copropiedad le ofreció acompañamiento psicológico, contención, una simple conversación humana?
La respuesta, de terror: obvio no.
Hablamos de pólizas, de presupuestos, de asambleas…
pero ignoramos lo esencial: que quienes sostienen una copropiedad también se quiebran.
La salud mental no aparece en los estados financieros, pero cuando falta, todo se desmorona.
🧠 Relato 2: Cuando la gente estalla
Participar en tantas reuniones con diferentes personas abre la puerta a situaciones que uno jamás espera presenciar.
En un comité de obra, sin previo aviso, un abogado estalló.
Empezó a gritarnos a todos los presentes sin explicación alguna.
No se había hecho nada malo, no se había dicho nada irrespetuoso.
Solo hubo un contraargumento técnico frente a un documento… y fue como si eso detonara algo dentro de él.
Lo más extraño fue lo que vino después: así como explotó, se calmó.
Se sentó, guardó silencio y no volvió a participar en toda la reunión.
En otra ocasión, fui a reclamar información sobre una respuesta emitida por una constructora en un proceso de recepción de áreas comunes que estamos liderando.
Con la mayoría de equipos administrativos solemos tener buena relación —sabemos que todos, en el fondo, trabajamos por la copropiedad—, pero con la nueva delegada asignada ese proyecto nunca fluyó bien.
Ese día parecía saturada, tal vez venía de una discusión o de un mal momento.
Lo cierto es que me vi envuelto en una escena de histeria: gritos, gestos agresivos, maltrato incluso hacia su propio equipo… todo porque no acepté que me devolviera para regresar otro día por la información.
Por suerte había testigos.
Mi socia estaba allí, y también llegó la presidenta del consejo, quienes pudieron ver el estado en que se encontraba aquella persona.
Honestamente, solo puedo decir algo:
en la propiedad horizontal trabajan muchas personas cargando problemas personales enormes.
Y a veces uno no sabe si está en una reunión técnica… o en una bomba emocional a punto de estallar.
Hay individuos tan desbordados que se vuelven un riesgo silencioso para la integridad de quienes los rodean.
Y nadie lo nota hasta que explotan en medio de una minuta.
💸 Relato 3: Las canecas del engaño
En una de las múltiples visitas y reuniones que tengo con administradores, me contaron la historia de una copropiedad que vivió una de las experiencias más terribles durante el mantenimiento de fachadas y cubiertas.
Todo comenzó en el proceso de selección.
Un proponente se presentó con una oferta 40 % por debajo del precio promedio de los demás, prometiendo más de lo que ese presupuesto podía permitir.
Lo único que pedía era un anticipo del 40 % para la compra de materiales.
Y como pasa en muchas propiedades horizontales…
se fueron por la oferta más barata.
Se firma el contrato, se gira el anticipo, y es ahí donde comienza la historia.
Días después llegaron a la copropiedad unos barriles de hidrófugo Sika, supuestamente para la obra.
Los ubicaron en el área designada para materiales, y eso generó cierta tranquilidad: “al menos el contratista está cumpliendo”, pensaron.
Pero los días se convirtieron en semanas,
las actividades no arrancaban,
y el contratista desapareció.
Cuando fueron a revisar qué pasaba, nadie respondía llamadas ni correos.
Y ahí vino el golpe: al validar el contenido de las canecas, descubrieron que no contenían el químico… sino agua común y corriente.
Habían sido estafados.
Perdieron parte del dinero disponible para la obra, quedaron con un proceso legal encima y con la sensación amarga de haber confiado donde no debían.
Y entonces surgen las preguntas incómodas:
¿Hubo verificación técnica, jurídica y financiera antes de contratar?
¿Se revisó la experiencia real del contratista?
¿Contaban con una consultoría o interventoría independiente que alertara del riesgo?
Las respuestas, probablemente, también dan miedo.
Porque cuando una copropiedad se guía solo por el precio, termina aprendiendo de la peor manera que lo barato puede salir carísimo.
Mitos reales de la copropiedad
Cuando tocamos temas extraños de la copropiedad, no hablamos de entidades del inframundo, apariciones o monstruos terribles.
Hablamos de situaciones que tienen un impacto tan profundo en las comunidades que se convierten en mitos modernos, que alimentan nuestras tradiciones orales y cumplen el propósito de transmitir las lecciones de quienes vivieron antes que nosotros.
En este caso, hablamos de personas reales que enfrentan los mismos retos que tú, solo que en distintos niveles y proporciones.
Historias que nacen del cansancio, la negligencia, la confianza mal puesta o la soledad que habita en los pasillos.
Recuerda:
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Ahora te pregunto:
¿Tienes algo que contarle a nuestra comunidad?
Tal vez tu historia también tenga algo que enseñarnos.
A veces, lo que más asusta no son los fantasmas…
sino lo que hacemos (o dejamos de hacer) mientras seguimos diciendo que “todo está bajo control”. 👁️

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